Entrevista a Enric Miralles y Carme Pinós, L’architettura 1989


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Entrevista realizada por Benedetta Tagliabue a los jóvenes arquitectos: Enric Miralles y Carme Pinós, publicada en la revista italiana «L’architettura cronache e storia» en noviembre de 1989.

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“NO ES SERIO ESTE CEMENTERIO” 

De la zeta a la ese: entrevista a Enric Miralles y Carme Pinós sobre el proyecto de cementerio en Igualada cerca de Barcelona.

Los Mecano, un joven grupo de rock madrileño, cantan sobre un cementerio poco serio, suspendido de las nubes a través de las copas de cuatro cipreses angulares. Allí la tierra de las sepulturas es diferente de aquella donde el común de los mortales apoya sus pies, es una tierra celeste: de hecho los muertos no tienen nunca ganas de salir y se divierten entre ellos, dentro de los muros del cementerio.

La canción también divierte muchísimo a Enric Miralles, admirador del abuelo de la cabecilla del grupo, el grandísimo ingeniero Torroja e incluso se arriesga a decir: “El cementerio de la canción se parece un poco al nuestro, el que Carme Pinos y yo estamos construyendo en Igualada. También nosotros quisiéramos una cierta ligereza un poco ensoñadora y quisiéramos que el espacio que lo constituye ya perteneciese más al cielo que a la tierra”.

Un concurso público convocado en 1986 ha dado la posibilidad a Carme y Enric, jóvenes arquitectos barceloneses, de realizar su proyecto, que está en construcción siguiendo sus diseños, justo en estos meses.

“Al concurso presentamos una propuesta que esencialmente pretendía representar la idea de una larga fractura en la tierra en la cual estarían situadas las sepulturas. Los recorridos para las procesiones y para los visitantes quedarían a un nivel superior de modo que, realmente, la tierra de los muertos ya no sería la tierra de los mortales. Siempre siguiendo una idea simple hemos pensado dar a esta fractura la forma de una zeta, una razón ligada a la topografía de la zona: un pequeño valle rocoso delimitado por un río y por bajas montañas. Con la zeta se podía obtener la mayor longitud de la fractura en el estrecho espacio del valle. Pero sobre todo nos gustaba muchísimo jugar con la inicial de la palabra cementerio, que en catalán se dice precisamente zementiri.

Una idea gráfica se convertía así en el cementerio efectivo.

“Ganando el concurso sentimos sin embargo la necesidad de transformar las ideas abstractas en espacios propiamente dichos. Por esta razón hemos cambiado el diseño de la planta tan drásticamente. Además por razones económicas la zeta se ha reducido a sólo dos signos. De todos modos, para nosotros es un cambio aparente porque somos conscientes de que la idea sigue siendo la misma. El cambio tiene que  ver sólo con la profundización de la búsqueda espacial. Nos gusta considerar la nueva planta como un ablandamiento de la zeta, una transformación en ese.

“Es curioso cómo se intenta huir de las influencias y cómo éstas te pillan después sin que te des cuenta –dice Miralles-. Este paso de la zeta a la ese me ha recordado, mucho después de haberlo hecho, el análisis que Roland Barthes hace del cuento “Zarasine” escrito por Balzac. Sin embargo me gusta mucho sufrir influencias de este tipo, no directamente formales, sino invisibles como fantasmas”.

La nueva planta del cementerio es ciertamente menos incisiva y menos gráfica que la primera, pero es absolutamente vibrante de nuevos elementos como si fuese recorrida no sólo por la fuerza de la idea, sino por un murmullo de realidad. La abstracción del limpísimo diseño, con sutiles líneas de rápido cero-uno, se pliega a la descripción de la naturalidad del ambiente. Carme Pinos cuenta esta planta con la misma pasión que se transparenta de las líneas del nuevo diseño. Describe entusiasta una pavimentación de hojas caídas de los árboles frutales que llenan la fractura. Se detiene en la descripción del rumor provocado por los pasos de los visitantes sobre esta alfombra que no se quitará nunca, ni se rastrillará, sino que se dejará sedimentar. También las paredes de la fractura recorridas por este escalofrío de naturalidad se mueven creando aberturas y estrechamientos, donde más fácilmente se puede imaginar la concentración pensativa de quien pasea o se detiene. Incluso el perfil de los nichos adosados a la pared de roca se ondula enriqueciéndose con un “capitel” por encima del cual los visitantes en procesión tendrán la impresión acentuada del vacío de la fractura que hay debajo, realmente en caída vertical sobre ésta.

En la disposición de los caminantes a más niveles se aprecia la influencia de Antonio Gaudí en el parque Güell. “El parque Güell –explica el arquitecto Miralles- es una obra maestra tal, lleno de atención al tratar los desniveles y de tramas visuales entre recorridos que no se encuentran nunca, como para no tomarla como referencia en un asunto como éste. Tiene una riqueza espacial que me gustaría mucho saber encontrar aquí. Además es una enseñanza de tratamiento arquitectónico del paisaje, donde la arquitectura se torna algo mucho más sutil que un edificio cerrado. Estoy fascinadísimo, por ejemplo, por la manera en que Gaudí consigue hacer fluir el agua en el parque, haciendo de su fluir, desaparecer y resurgir, un auténtico fenómeno natural para el cual se crean edificios, fuentes, estatuas, grandes culebras que escupen agua. El recorrido del agua así subrayado consigue sugerir la idea de un terreno absolutamente permeable, de un suelo casi transparente. ¡Esto es lo que me gusta del Gaudí del parque Güell! El saberse apoyar en las líneas invisibles, como las diseñadas por el fluir del agua, por el moverse entre las sombras, del aire. Estas líneas invisibles son un poco como aquellos prototipos estructurales absolutamente magníficos que Gaudí sabía hacer y que indican esa parte fundamental de la arquitectura que, una vez terminada la construcción, ya no se verá. Así me gustaría que se interpretasen nuestros diseños: como si fuesen prototipos estructurales, soportes transparentes de una arquitectura que, una vez construida, se llene de los fenómenos naturales, de las sombras, del aire, del fluir del agua”.

El único edificio cerrado del cementerio es la capilla situada justo a la entrada, allí donde una carretera cortada  conduce a la fractura, una carretera que está pero que no se recorre. También aquí las paredes, como las de los nichos, se mueven en una ondulación gradualmente creciente que, desde las habitaciones privadas de servicio, desemboca en la capilla propiamente dicha. El interior es oscuro y la luz viene de arriba como si se tratase de una cripta. La viga en forma de cruz que sostiene la cubierta forma la única fuerte simbología religiosa en el interior del espacio. En la capilla encontraremos apenas unos pocos objetos, los únicos de este proyecto: un pequeño altar y el tabernáculo para el “sancta sactórum” que, con una iluminación especial a través de un lucernario escondido, aparecerá en la oscuridad de  la capilla como una ilusión óptica. Una puerta giratoria sirve al pastor para pasar de las habitaciones privadas a la capilla de manera que aparezca de improviso en medio de los fieles reunidos. “El tema de la aparición es fundamental en la concepción de la capilla. También el coche fúnebre y el conductor, que permanecen visibles durante toda la ceremonia, acentúan la idea de que los objetos útiles para el rito aparecen durante la función y después desaparecen. Para esta “puerta sorpresa” en particular nos hemos inspirado en el recuerdo de cuando, de niños, comprábamos caramelos y chucherías a las monjas de clausura. Se servían de un mecanismo giratorio similar a esta puerta. Nosotros poníamos el dinero y aparecían los caramelos”. La presencia de objetos durante la función es una ayuda importante para permitir una distracción a las mentes del presente, para regalar a la atención de cada uno algo con que distraerse. Con esta intención se han diseñado las vidrieras cuyos marcos cruzados, verticales u oblicuos forman figuras, casi de los números romanos; dibujos sucesivos que ayudan a la mente a caminar por otros pensamientos.

También la mesa sobre la cual se extiende el muerto, puesta en una pequeña habitación escondida, parece hecha para distraer el pensamiento. Está formada por una laja de mármol sostenida por una rueda de bicicleta. Un objeto casi surrealista que en otra sede podría querer provocar una conmoción, pero que aquí parece inducir a una más profunda y pacata forma de meditación. Porque frente a la muerte nada podrá parecer irrisorio o desacralizador.

Traducción: Francisco Javier Domingo Bríngola

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La referencia bibliográfica es:

Tagliabue, Benedetta. No es serio este cementerio. En L’Architettura Cronache e Storia núm. 409- año XXXV-nº11. 1 ed. Milán. Gruppo editoriale Fabbri, Bompiani, Sonzogno, ETAS, noviembre 1989. p. 844-845

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